El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 27 de septiembre de 2014

Yo Soy lo que quiero ser (Meditación para el control de uno mismo)


Toda esta entrada es un extracto, ínfimo, del libro “Misterios desvelados”, en el que aparecen reflejadas algunas de las enseñanzas del Maestro Saint Germain:
La Eterna Ley de la Vida es: “LO QUE TÚ PIENSES Y SIENTES LO TRAES A LA FORMA”. Dónde está tu pensamiento, allí estás tú. Lo que tú medites, en ello te convertirás, ya que tú eres tu conciencia.
Cuando uno permite a su mente permanecer en pensamientos de odio, de condenación, de crítica, de lujuria, envidia, celos, temor, dudas o sospechas, y permite que esos pensamientos y sentimientos generen irritación dentro de él, es absolutamente seguro que tendrá discordia, fracaso, desastres en su cuerpo, su mente y su mundo. Mientras él permita que su atención se detenga en tales pensamientos, bien sea respecto a naciones, personas, lugares, condiciones o cosas, estará absorbiendo esas actividades en la substancia de su mente, su cuerpo o sus asuntos. De hecho, estará forzando, impeliéndolas a que entren en su experiencia.
Esto ocurre porque los seres humanos no se aceptan ni se reconocen ellos mismos como lo que son. Templos del Dios Viviente. Tampoco saben que este reconocimiento debe mantenerse eternamente. La Humanidad en su presente y aparente limitación de tiempo, espacio y actividad, está en el caso de la persona que necesita, y si alguien le extiende lo que necesita, y ella no se acerca a recibirlo, ¿Cómo va a gozar del beneficio?
La masa humana está en este grado de conciencia hoy, y continuará en ella hasta que acepte que el Dios que lleva en su corazón es el Dueño, el Dador y el Hacedor de todo el Bien que puede entrar en sus vidas y mundos.
Tanto más intenso es el sentimiento dentro del deseo, tanto más rápido se cumplirá.
Sin embargo, si se tiene la temeridad de desear algo que dañe a otro hijo de Dios, o a cualquier parte de Su Creación, ese pagará con discordia y fracaso en alguna experiencia de su vida.
Es muy importante realizar plenamente que la intención de Dios para cada uno de sus hijos es la abundancia de toda cosa buena y perfecta. Él creó la Perfección y revistió o invistió a cada hijo con ese mismo Poder. Todos podemos crear y mantener la Perfección, y expresar Dominio Divino sobre la Tierra y todo lo que ella contiene. La Humanidad fue creada a imagen y semejanza del Padre, y la única razón por la cual no manifiesta su Dominio es porque no usa su autoridad Divina.
La actividad sensorial de la Vida es el punto más abandonado, menos custodiado en la humana conciencia.
La necesidad de controlar y vigilar los sentimientos no puede ser subrayada demasiado, pues el dominio de las emociones juega el papel más importante en la Vida, para mantener el equilibrio mental, salud en el cuerpo, éxito y logros en los asuntos mundanos o del ser personal de cada individuo.
Al principio esta disciplina requiere esfuerzo continuo, porque los pensamientos y sentimientos del 95% de la humanidad andan tan libres e incontrolados como un perrito callejero. Pero no importa cuánto esfuerzo sea necesario traer para estas dos actividades a un control absoluto, vale la pena todo el tiempo, la energía y el esfuerzo, pues no se puede tener ningún dominio permanente de nuestra propia vida y mundo sin ello.
 
Meditación para el control de uno mismo
- El primer paso hacia el control de uno mismo es el de aquietar toda actividad exterior, tanto de la mente como del cuerpo. De quince a veinte minutos antes de recogerte a dormir, y por la mañana antes de comenzar tu día, haciendo el ejercicio siguiente: hace prodigios para todo el que haga el esfuerzo necesario.
- El segundo paso es asegurarte de no ser perturbado y después de haberse tranquilizado y estar muy quietos, visualizar y sentir el cuerpo envuelto en una Luz radiante, blanca. En los primeros cinco minutos mientras se visualiza este cuadro, sentir intensamente la conexión entre el ser exterior y el Magno Dio Interno, enfocando la atención en el corazón y visualizándolo como un Sol Dorado.
- El tercer paso es el reconocimiento: “YO ACEPTO GOZOSO LA PLENITUD DE MI MAGNA PRESENCIA DE DIOS, EL CRISTO PURO”. Siente el gran brillo de la Luz e intensifícala en cada célula de tu cuerpo durante unos diez minutos más.
- Ahora cierra la meditación ordenando: “YO SOY HIJO DE LA LUZ, AMO LA LUZ, VIVO EN LA LUZ, SOY PROTEGIDO, ILUMINADO, PROVISTO Y MANTENIDO POR LA LUZ Y BENDIGO LA LUZ”.
Recuerda siempre que uno se convierte, se transforma en aquello que medita, y puesto que de la Luz salimos, la Luz es suprema perfección y el control de todas las cosas.
Si practicas este ejercicio fielmente y lo sientes en cada átomo de tu mente y cuerpo con profunda intensidad, recibirás abundante prueba de la tremenda Actividad, Poder y Perfección que existe y está siempre activa en la Luz. Cuando hayas experimentado esto, aunque no sea sino por un corto tiempo, no necesitarás pruebas adicionales. Te conviertes en tu propia prueba. “LA LUZ ES EL REINO. ENTRA EN EL Y ESTARÁS EN PAZ”. Regresa a la casa del Padre. Después de diez días de hacer este ejercicio, es bueno hacerlo tres veces diarias: Mañana, tarde y noche.
A menudo oigo la queja: “Ay, yo no puedo dedicar todo ese tiempo”. Para aquellos que sean de esa opinión, deseo decirles: El tiempo que gasta la persona corriente en criticar, condenar y culpar a los demás por ser diferentes, si fuera dedicado al uso y reconocimiento de la Luz, les sería manifestado el Cielo en la Tierra. Para el individuo que se atreve a comprobarlo y tiene suficiente determinación para continuarlo, nada le es imposible. La Luz jamás falla.
La condición desafortunada en la conciencia humana, que mantiene a los individuos en sus limitaciones autoimpuestas, es la actitud de la mente que, o teme, ridiculiza lo que no comprende, o lo que es peor, en su ignorancia dice: “ESO ES UN IMPOSIBLE”.
Una cosa puede no ser probable bajo ciertas condiciones; pero el Ser Divino Interior, que es la Gran Luz, puede cambiar todas las condiciones humanas, de manera que nada le es imposible.
Todo ser humano posee la Divina Llama de la Vida dentro de él, y ese Ser, Dios, tiene dominio donde quiera que se mueva el Universo. Si el hombre por su inercia mental no hace el esfuerzo suficiente para reorganizar sus antiquísimos hábitos de mente y cuerpo, continuará atado por las cadenas que él mismo se forjó. Pero si él decide conocer al Dios Interior y tiene la osadía de darle a ese Ser Divino el control de sus actividades exteriores, recibirá de nuevo el conocimiento de su dominio sobre todas las substancias, lo cual le pertenece desde el principio.
La Ley de la Reencarnación es la actividad del crecimiento humano que le concede al individuo la oportunidad de restablecer un equilibrio condicional que él mismo, conscientemente desajustó.
Esto es sólo unas de las actividades de la Ley de Compensación, la Ley de Causa y Efecto, o lo que se puede llamar el proceso balanceador automático que gobierna todas las fuerzas del Universo, en todas partes. La comprensión correcta de esta Ley da la explicación de muchas condiciones en la experiencia humana, que sin ella parecen totalmente injustas. Es la única explicación lógica de la infinidad de complejidades y experiencias humanas que revelan la operación y la Ley sobre la cual descansa toda manifestación. Esto hace comprender que no existe lo que llaman “casualidad o accidente”. Todo tiene una causa interior, y todo es la causa de un efecto futuro en el mismo instante que se efectúa la causa. Si un hombre ha dañado a una mujer en una vida, es seguro que reencarnará en forma femenina y pasará por la experiencia similar, hasta que sufra aquello que le hizo soportar a otro. Lo mismo ocurre a toda mujer que lastime o dañe a un hombre. Esta es la única forma en que cada uno se obliga a experimentar tanto la causa como el efecto de todo lo que genera el mundo.
El individuo puede experimentar y crear lo que se le antoje en su propio mundo, pero si a él se le antoja hacer aquello que le haga a otros experimentar discordia, él se obliga a experimentar la misma condición hasta que comprenda lo que es el efecto de su propia creación sobre la vida ajena en el Universo.
 

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