El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 30 de diciembre de 2011

La vida Es

        Los seres humanos tienen un miedo visceral a la muerte. Pero eso sólo es porque aun no han comprendido, o han olvidado, que la vida es inextinguible. La vida Es, y no hay nada que pueda destruirla porque es indestructible. Nunca se acaba la vida, la vida solamente pasa de una forma a otra, de una experiencia a otra, de un plano a otro, de una vibración a otra.

Ocurre que la inmensa mayoría de los seres humanos no están en condiciones de escuchar que la vida es una manifestación divina, y que como manifestación divina es perenne. No pueden escuchar porque están atados al ruido de sus pensamientos, a unos pensamientos de angustia y de inseguridad por su futuro, que sólo les permiten tener oídos a los deseos, tener oídos al miedo.
La mayoría de los seres humanos creen que son ese vehículo con dos piernas, dos brazos, un tronco y un cerebro con el que manifiestan pensamientos. Es este vehículo, el que sí tiene una existencia efímera, es caduco, y dura el tiempo establecido para la adquisición del conocimiento programado para ese tiempo de caducidad, ni un instante más. Lo que denominamos vida no es la duración de ese vehículo en el tiempo, la vida es la del espíritu, la del alma, la de la energía, o la del pensador, que permanece por siempre en el espacio y en el tiempo.
Hay una ley fundamental que pocas personas conocen, y los que la conocen, como no terminan de creérselo, a pesar de las experiencias negativas a las que se han visto arrastrados por sus pensamientos, la inmensa mayoría de las veces, no la hacen ni caso. La ley es: “La energía siempre sigue al pensamiento”, y la única razón del miedo, de la angustia, de la ansiedad, de la inseguridad, de las preocupaciones o de los deseos, es la mala gestión del pensamiento.  
        Los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, somos buenos por naturaleza, y humildes, y compasivos, y misericordiosos. Pero nuestra bondad, así como el resto de cualidades, todas divinas, permanecen ocultas detrás de nuestros pensamientos.
        Creo que todos tenemos claro, al menos todos los que nos asomamos a este portal, que estamos aquí para aprender y para desarrollar un trabajo. La pregunta de todos es ¿Cuál es mi misión? Y seguro que todos compartimos el pensamiento que si supiéramos cual es nuestra misión en la vida, la desarrollaríamos más fácilmente que en la actualidad, en la que nos encontramos caminando a oscuras.
        Si me permites, puedo encender un fosforo para que, al menos, tengas, aunque sea diminuta, una luz que ilumine tu camino: Olvídate de que estás en este camino para llevar a cabo una misión determinada, y toma un atajo. El atajo es el Amor. Empieza a amar a todo y a todos, sin ningún tipo de componenda, sin permitir que se distorsione tu mente con la falsa enseñanza de los intereses egoístas, sin dejar que entre en tu mente la propaganda política, religiosa o social. Al principio, ese amor sólo será una forma de pensamiento más, pero mientras ocupas la mente en amar a tu prójimo como a ti mismo, no vas a ocuparla en los pensamientos que obstruyen tu divinidad.
        Con eso vas a conseguir que tu actitud ante la vida sea la de ser un canal libre e ininterrumpido de la misma vida, sin encontrarse obstruida por las ideas, los deseos, las planificaciones o las actividades en el plano físico. Comprendiendo así la continuidad de la vida a través del tiempo y del espacio.

       

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